La Peregrinación a Luján, que cada año convoca a miles de fieles de todo el país, volvió a reunir el pasado fin de semana a hombres y mujeres movidos por la fe, las promesas y el agradecimiento. Entre ellos, estuvo Evelina Pérez, vecina de Coronel Pringles, quien completó una vez más el recorrido de 60 kilómetros que une el barrio porteño de Liniers con la Basílica de Nuestra Señora de Luján, patrona de los argentinos. "Acabé de empezar con una promesa por tres años, y aunque fue duro, pienso seguir haciéndola", contó. "Cada experiencia, es única, cada vez que vas aprendés algo distinto. Te encontrás con vos mismo, con tus límites y también con todo lo que te sostiene".
La caminata "?que tradicionalmente comienza el primer sábado de octubre a las diez de la mañana y culmina el domingo al amanecer"? es un desafío físico y espiritual. Miles de personas avanzan entre cantos, oraciones y muestras de solidaridad. "Yo siempre salgo desde Liniers y llego a Luján. Son unos sesenta kilómetros, que este año hice en alrededor de ocho horas y media. Caminé y corrí intercalado, porque el calor, fue intenso", relató la peregrina.
El clima fue uno de los grandes desafíos de esta edición. "Hizo muchísimo calor durante el día, fue muy incómodo. Después llegó la lluvia, pero por suerte a mí no me alcanzó porque llegué antes. Aun así, fue una jornada exigente", recordó Irinia.
Pese al cansancio, el objetivo siempre es claro: cumplir una promesa y agradecer. "Cada año voy con algo distinto en el corazón. Esta vez, como siempre, fui a agradecer y también a pedir por la gente que quiero. Me acompaña mucha gente que no está físicamente conmigo, pero que me apoya, me entrena y me da fuerzas".
Consciente del esfuerzo que implica recorrer tal distancia, Evelina destacó la importancia de la preparación. "No se puede hacer sin entrenamiento. Hay que estar bien físicamente, porque si no, a los 20 kilómetros, el cuerpo te pasa factura. Yo entreno todo el año, corro, hago ejercicios, porque mi meta es llegar y al otro día sentirme bien".
Durante el camino, miles de voluntarios acompañan a los peregrinos con agua, frutas, y asistencia médica. "Hay más de 60 puestos sanitarios, con médicos, enfermeros y gente de la Cruz Roja. También hay psicólogos, masajistas, y mucha solidaridad. Los vecinos abren sus casas para que usemos los baños o para darnos agua. Es emocionante", relató.
El ambiente de la peregrinación combina silencio, oración y también alegría. "Hay grupos que van rezando, otros cantan con guitarras, los scouts tocan el bombo o animan a los que están cansados. Y hay locos como yo que vamos corriendo. Pero todos vamos con la misma intención: llegar a ver a la Virgen", dijo entre risas.
Evelina recuerda especialmente una experiencia que la marcó en una de las ediciones anteriores: "El año pasado me encontré con un chico de 18 años. Empezamos a correr juntos, nos separamos a mitad de camino y lo volví a ver cuando faltaban diez kilómetros. Estaba llorando. Le dije: "¿Qué te parece si este año llegamos sonriendo, para que la Virgen nos vea distintos?". Ese momento no me lo olvido más".
Aunque suele hacer la peregrinación sola, esta vez fue acompañada. "Este año me acompañó una chica que conozco porque me hace masajes. Fue hermoso compartirlo con ella. Se armó un vínculo muy lindo, y verla vivir esa experiencia por primera vez, me llenó el alma", expresó emocionada.
La llegada a la Basílica es siempre un instante de emoción y alivio. "Cuando ves las torres de Luján a lo lejos, se te llenan los ojos de lágrimas. Te duele todo, pero el alma te estalla de felicidad. Cada paso vale la pena", afirmó.
La peregrina pringlense comenzó este camino en 2022, movida por una promesa personal. "Lo hice por motu propio, por una promesa que sentí que debía cumplir. Y una vez que lo hacés, te das cuenta de que ya no podés dejar de volver. Cada año te pasa algo distinto, cada año aprendés algo más de vos y de los demás", reflexionó.
Con la promesa cumplida, Evelina no piensa dejar de participar. "Este año terminé muy feliz. No tengo una nueva promesa todavía, pero sí el deseo de seguir y de llevar a más gente a vivir esta experiencia. Es algo que te transforma. La fe, la solidaridad, la emoción, todo lo que se vive en esas horas, no se puede explicar, solo se siente".
Antes de despedirse, dejó una invitación: "Le diría a cualquiera que lo intente, que se anime. Primero hay que entrenar un poco, claro, pero después todo fluye. Y cuando llegás, cuando ves la Basílica y te das cuenta de que lo lograste, entendés que valió la pena cada paso. Es una experiencia que te cambia para siempre".
Con esa mezcla de cansancio, emoción y fe, Evelina Pérez regresó a Pringles con el corazón lleno. Ya piensa en la próxima peregrinación, convencida de que "?como ella misma dice"? "la Virgen siempre te espera, y cada año te enseña algo nuevo".