Pablo Navarría: “La peluquería es técnica, arte y una manera de compartir”
OFICIO, ENSEÑANZA Y PASIÓN
En el marco del Día del Peluquero, el estilista pringlense repasó su historia personal, cómo nació su vocación y el camino que lo llevó a formar a nuevas generaciones de peluqueros en Coronel Pringles.

El Día del Peluquero fue la ocasión perfecta para conversar con Pablo Navarría, referente local de la peluquería, quien desde hace más de dos décadas ejerce un oficio que convirtió en su modo de vida y, en los últimos años, también en una forma de enseñanza. Con su estilo frontal y agradecido, repasa sus inicios, los desafíos que atravesó y la satisfacción de transmitir a otros lo que aprendió en el camino. "Arranqué desde muy chiquito, no tenía otra opción. Probé muchos trabajos, de albañil, ayudante mecánico, pintor de autos, pero nada me convencía. Un día le corté el pelo a un amigo con una tijera prestada de tela, fue un desastre, pero ahí sentí que era lo mío", recuerda con una sonrisa.
Aquella primera experiencia, marcada por la precariedad del trueque en los años 2000, fue el puntapié inicial de una carrera que lo llevaría a instalarse como peluquero reconocido en Pringles.
Navarría confiesa que al principio no fue sencillo. "En ese tiempo ser peluquero no era visto como algo varonil. Muchos se reían, y hasta yo mismo dudaba. Pero con los años entendí que era mi lugar.
Empecé en el hospital, después en locales de amigos y más tarde alquilé mi propio espacio".
Hoy, su peluquería "Madison" "?nombre que eligió porque significa "casa"? funciona como un centro en el que la gente se siente cómoda, como en su propio hogar. "La idea es que todos entren y se sientan como en casa. No es solo cortar el pelo, es compartir un rato, hablar, hacer sentir bien a la persona", explica.
LA ENSEÑANZA COMO VOCACIÓN
En los últimos años, Pablo decidió dar un paso más y abrir sus conocimientos a los demás. Se capacitó como instructor en Capital Federal y desde hace dos años dicta cursos de peluquería y barbería en Coronel Pringles. "No me guardo lo que sé, lo enseño. Me formé para poder transmitir lo básico y lo técnico, para que el que empiece no haga un corte mal. Les enseño cómo usar la tijera, la máquina, cómo medir un corte. Todo tiene técnica, como la construcción o la plomería. Después viene el arte, la creatividad, pero primero la técnica", detalla.
Los cursos que ofrece son accesibles y están pensados para principiantes. "Al principio eran cursos acelerados de un mes, ahora son de tres meses. Los chicos vienen, pagan la cuota, y ya desde la segunda clase practican con alguien. La idea es que pierdan el miedo y ganen confianza, siempre con base en la técnica", dice.
Navarría destaca que cada alumno puede comenzar en cualquier momento. "Se pueden anotar un miércoles y arrancar. Lo importante es que tengan ganas. Yo enseño lo básico para que puedan desenvolverse, después cada uno sigue perfeccionándose según sus intereses".
Más allá de la técnica, Pablo asegura que la peluquería también es un arte. "Vos tenés que saber qué vas a hacer cuando agarrás la tijera. Un corte de pelo es una obra. Tenés que imaginarlo, planearlo, ejecutarlo. Es como un arquitecto cuando diseña un edificio. La técnica es la base, pero después podés fusionar el arte y darle tu estilo", reflexiona.
Con esa visión, sostiene que la peluquería cambió mucho en los últimos años, sobre todo en cuanto al rol masculino en el oficio. "Antes se veía raro que un varón fuera peluquero, hoy hay muchos chicos y chicas que se animan. Eso me parece buenísimo. Yo quiero que todos tengan la oportunidad de aprender".

AGRADECIMIENTOS Y SUEÑOS
En el marco de la celebración por el Día del Peluquero, Navarría no olvida a quienes lo apoyaron en los momentos más difíciles. "Cuando vine acá no tenía nada, ni dónde vivir. El pastor Germán López me prestó una quinta y ahí arranqué. Cortaba casa por casa hasta que pude alquilar un local. Siempre lo recuerdo y lo agradezco, porque gracias a él pude seguir adelante", remarca con emoción.
También destaca la influencia de su familia. "El que me dio la idea fue mi papá. En ese momento no lo entendí, hasta me enojaba, pero después vi que tenía razón. Él y mi mamá fueron fundamentales. Por eso siempre digo que estoy agradecido".
Hoy, con su local consolidado en Pellegrini 317, Pablo no descarta expandirse en el futuro. "Uno siempre sueña con crecer. No quiero hablar mucho porque a veces se truncan los proyectos, pero sí me gustaría abrir otro lugar. La peluquería me dio todo, así que quiero seguir apostando".
El recorrido de Pablo Navarría resume lo que significa ser peluquero: un oficio que combina técnica, arte y pasión, y que se sostiene en la perseverancia y el aprendizaje constante. "Esto es lo mío, lo encontré y no lo cambio. La peluquería me permitió crecer, formar una familia y ahora enseñar. Es un camino que empezó con una tijera prestada y hoy es mi vida", concluye.
En Coronel Pringles, su historia inspira a quienes buscan una salida laboral y demuestra que con dedicación, humildad y ganas de aprender, un simple corte de pelo puede transformarse en un proyecto de vida.