El barrio Roca perdió esta semana uno de sus símbolos más representativos de la solidaridad vecinal. El Ropero "Sol y Mar", que durante 36 años brindó asistencia a familias de Coronel Pringles, cerró definitivamente sus puertas luego de sufrir robos y destrozos que afectaron tanto las instalaciones como los elementos que allí se guardaban.
La encargada histórica del lugar, Beatriz Mena, confirmó la dolorosa decisión y repasó cómo fueron los últimos días de actividad. "Yo fui con Nélida, una vecina, y sacamos las cosas que servían. Las entregamos a la iglesia bautista para que las guarden, porque yo soy evangelista", explicó.
El espacio funcionaba en un edificio municipal que, según recuerda Mena, tuvo su origen durante la gestión de Juan Carlos Amores. "Siempre tuve buena disponibilidad con todos los intendentes de Pringles, pero con éste nunca me dio una audiencia, jamás, en cuatro años y eso que lo conozco desde chiquito", contó con pesar.
Los últimos hechos delictivos fueron el golpe final. "Ya me habían robado antes, pero esta vez fue peor. Rompieron las puertas, tiraron todo adentro. Una valija que yo guardaba la cortaron entera con un cuchillo. Una cosa es contarlo y otra es verlo. Se te hace pomada el alma", expresó.
Mena relató que, tras los daños, comenzó a retirar lo que podía salvar junto a su hija y vecinas del barrio. "Mi hija les decía: aprovechen ahora porque mamá no viene nunca más. Es terrible pensar eso, pero uno siente que ya no hay vuelta atrás", señaló.
A lo largo de más de tres décadas, el Ropero "Sol y Mar" no solo entregó ropa usada en buen estado, sino que también confeccionó prendas nuevas con fondos propios o donaciones. "Lo que se juntaba para chicos, si estaba en buenas condiciones, lo arreglábamos. Yo compraba la tela con mi plata o con alguna ayuda. También hacíamos pantalones y camperas. Lo que quedó lo mandé todo a la iglesia", comentó.
Para Mena, el cierre no significa abandonar su vocación solidaria. "Si Dios me da la oportunidad, o si mi hija quiere volver a armar algo, estaría todo bien. Pero ahora las llaves las tengo que devolver. No es que renuncie: eso es un patrimonio de la sociedad", remarcó.
El dolor, sin embargo, convive con el orgullo de la tarea realizada. "En estos años tuve el acompañamiento de muchas personas, como Micaela Faría y Germán Peralta, que siempre me apoyaron. Nunca pedí nada, solo que se tuviera en cuenta que ésto era para la gente y había que cuidarlo", afirmó.
Las palabras de Mena revelan la profundidad del daño, no sólo material, sino también emocional. "Yo pienso, ¿por qué hicieron tanto daño? Parece que quisieran desarmarte en lo espiritual. Pero Dios ha estado con nosotros y los pastores también. Eso es lo principal, que podamos estar en paz", reflexionó.
Ya fuera del espacio físico del ropero, Mena continúa ayudando desde su casa. "En invierno me paso tejiendo. Muchas mamás que no podían venir por los horarios me dejaban cosas en casa, y yo sabía a quién se las iba a dar. Eso me hace bien", dijo.
El cierre del Ropero "Sol y Mar" deja un vacío en el barrio Roca y en toda la ciudad. Sin embargo, la semilla de solidaridad sembrada por Beatriz y su equipo a lo largo de 36 años seguirá viva en quienes fueron parte y en cada familia que recibió una mano tendida. "Algún día, capaz que se repita lo que hicimos. Y si no, lo importante es que seguimos ayudando, de la forma que sea", concluyó Mena, con la firmeza de quien, pese a las adversidades, nunca dejó de pensar en los demás.