La tranquilidad habitual de Coronel Pringles se ha visto alterada en las últimas horas por una serie de hechos vandálicos que afectaron a diversas instituciones y espacios públicos. Lo que comenzó con el robo y los destrozos en la sede social del Club Roca, ocurrido en la madrugada del lunes, se extendió a nuevos ataques contra escuelas y la Plaza San Martín, evidenciando una preocupante escalada de violencia y daño a bienes de uso comunitario.
En esta ocasión, los actos de vandalismo se concentraron en tres puntos estratégicos de la ciudad: la Plaza San Martín, la Escuela Especial N° 501 y la Escuela Primaria N° 40. Todos estos hechos se registraron en la misma franja horaria, durante la madrugada, y muestran un patrón de conducta claramente dirigido a destruir sin razón aparente.
En la Plaza San Martín, uno de los espacios verdes más emblemáticos de la ciudad, el personal de Espacios Verdes constató serios daños en las instalaciones. Puntualmente, se encontraron roturas en la puerta de un sector destinado al uso exclusivo del personal, donde se almacenan herramientas y elementos de trabajo. Los atacantes intentaron forzar la entrada con violencia, generando destrozos innecesarios en un lugar que forma parte del patrimonio público.
El daño no se limitó a esta zona. Otros sectores de la Plaza San Martín también fueron blanco de actos vandálicos. La agresión deliberada a la infraestructura de la plaza, donde habitualmente desarrollan sus tareas los trabajadores municipales encargados de su mantenimiento, dejó en evidencia la intención de dañar por dañar, sin otro móvil más que la provocación y el perjuicio a la comunidad.
A escasos metros de la plaza, la Escuela Especial N° 501 fue otro de los lugares atacados. En este caso, los vándalos arrojaron piedras contra las ventanas del edificio, provocando la rotura de varios vidrios.
La agresión a la Escuela 501 no fue aislada. En la misma madrugada, también fue atacada la Escuela Primaria N° 40, ubicada en las inmediaciones. Allí se repitió el mismo modus operandi: rotura de vidrios mediante el lanzamiento de piedras. La sincronización de estos hechos, tanto en horario como en modalidad, hace suponer que se trata de las mismas personas recorriendo distintos puntos de la ciudad con el único objetivo de provocar destrozos.
Estos actos se suman al robo y los daños sufridos por el Club Roca en la madrugada del lunes. En ese caso, los delincuentes, no sólo sustrajeron alimentos y bebidas, sino que también provocaron serios destrozos en la infraestructura del club. Forzaron portones, rompieron rejas, desconectaron freezers para arruinar la mercadería y dejaron rastros de su accionar violento en distintos sectores de la sede social.
El patrón se repite: agresión contra instituciones que cumplen una función social, ya sea en lo deportivo, educativo o en el esparcimiento comunitario. El Club Roca, como tantos otros clubes de barrio, sostiene sus actividades con esfuerzo propio y colaboración de la comunidad. Las escuelas, pilares de la educación local, también son víctimas de esta escalada de violencia que preocupa tanto a las autoridades como a los vecinos.
La sucesión de estos hechos deja en evidencia la necesidad de reforzar las medidas de seguridad en sectores estratégicos de la ciudad, tanto a través de la prevención como del trabajo coordinado entre las fuerzas de seguridad y el municipio. La Plaza San Martín, por ser un espacio central y de uso masivo, ya cuenta con sistemas de videovigilancia, pero no siempre resultan suficientes para disuadir estas acciones.
Las agresiones registradas, no sólo representan un daño económico para las instituciones afectadas, sino que también generan un fuerte impacto social. Atacar una escuela, un club de barrio o una plaza pública, no es un hecho menor. Es un atentado directo contra la convivencia y el esfuerzo colectivo.
En este contexto, resulta indispensable fortalecer el compromiso ciudadano para denunciar cualquier hecho sospechoso y trabajar de manera articulada en la protección de los espacios comunes. Las consecuencias de estos actos las sufre toda la comunidad, desde los niños que asisten a las escuelas hasta los vecinos que disfrutan de los espacios públicos.
Coronel Pringles, como muchas localidades del interior, ha sido históricamente reconocida por su tranquilidad y su sentido de pertenencia comunitaria. Sin embargo, estos episodios recientes reflejan una realidad que no puede ser ignorada: la necesidad de un abordaje integral que incluya no sólo seguridad, sino también contención social y acciones preventivas.
Más allá de las investigaciones en curso y de las medidas que puedan adoptarse desde el ámbito policial, es fundamental recuperar el respeto por las instituciones locales y los espacios públicos, entendiendo que su cuidado y preservación es responsabilidad de todos.