José López, reconocido jinete pringlense, lleva la jineteada en la sangre. Su pasión por los caballos comenzó desde muy chico, y con el tiempo se convirtió en una forma de vida que lo acompañó a lo largo de las décadas. Con humildad y sabiduría, compartió su historia y sus vivencias sobre este tradicional deporte argentino. "Empecé a los 14 años. Fue en una rueda de ciencias profesionales, donde se hacía una montada para chicos nuevos que recién arrancaban. Era como una forma de iniciarse y para que los más grandes nos pudieran contener", recordó José sobre sus primeros pasos. "Al principio íbamos de vez en cuando, pero a los 17 años, ya me metí más en serio. Me vine escuchando hablar del trabajo y del ambiente, y ahí me quedé".
En 1984 comenzó a participar de forma más regular. "Vine en marzo del 84, y el primero de mayo, se disputaba un premio. Esa fue mi primera campaña. Me tocó un caballo nuevo, me caí ahí, así que recién en noviembre volví a montar. Pero en mayo del año siguiente, ya pude ganar mi primer premio", relató.
José repasó cómo la región de Coronel Pringles siempre fue reconocida por la calidad de sus caballos. "En esta zona siempre hubo buenas tropillas y buenos caballos de punta. Eso significa que encontrás diez caballos excelentes dentro de una tropilla, caballos que pueden estar en una final o en una monta especial. Eso no se ve en todos lados", explicó.
Consultado sobre por qué se destacaba la región, explicó: "Acá hay mucho criador serio, con cantidad y calidad. Algunos tienen 300 o 400 caballos. Se trabaja bien, cruzan buenos padrillos, mantienen las tropillas, y eso a largo plazo, se nota. Pero es un trabajo costoso, requiere dedicación y tiempo", aseguró.
Si bien la pasión por la jineteada le nació de joven, José aclaró que también había raíces familiares. "Mi familia por parte de madre era de Santa María, y por parte de mi padre también había tradición de campo".
Sobre el momento en que el jinete está solo con el caballo, José fue claro: "En esos segundos antes de que te suelten, uno está concentrado en lo que tiene que hacer. No hay tiempo para pensar mucho más. Son segundos intensos. Siempre estás enfocado en el movimiento, en la fuerza, en cómo sostenerte."
En cuanto a las diferencias entre las montas, detalló: "Siempre fue 14 segundos en bastos y encimera, 10 segundos en grupa, y 8 segundos en pelo. La encimera es toda fuerza, porque no tenés más que el equilibrio en las espaldas. En bastos es un poco más suelto, pero también exige fuerza. A mí me gustaba más la encimera, me sentía más firme ahí. Era donde me encontraba mejor", destacó.
Además de su trayectoria como jinete, José también fue domador. "En su tiempo sí, ahora ya no. Antes, los jinetes éramos también domadores. Hoy todo cambió mucho. Antes había que hacer todo a pulmón, hoy algunos tienen entrenadores y hasta preparación física específica".
La jineteada lo llevó por distintos lugares del país. "Conocí muchos lugares gracias a ésto. Estuve en Mendoza, La Pampa, Diamante, en la Fiesta del Chamamé en Corrientes, entre otros. Aunque siempre fue complicado, porque yo tenía que volver a trabajar los lunes. A veces iba a una fiesta, montaba y volvía a trabajar el lunes, con un golpe o un dolor. Así era el ritmo".
José también vivió momentos duros. "Una vez me lesioné feo, me fracturé la pierna y después me quedó un sobrehueso que me complicó mucho. Estuve más de un año sin poder caminar bien. Ahí empecé a bajar el ritmo, pero nunca me alejé del todo. Volví algunas veces, pero ya con más cuidado".
Los cambios en la jineteada también fueron tema de reflexión. "Hoy algunos jinetes usan casco, hay más medidas de seguridad. Se ve otra preparación. Cambió mucho. También cambiaron los caballos, hoy hay caballos más modernos, otras líneas de crianza. Antes usábamos más regalones, ahora los caballos son más parados, más difíciles", explicó.
Sobre la transmisión de la pasión a sus hijos, expresó: "Mis hijos también montan. Siempre les di consejos, se los vas pasando, aunque a veces no te escuchan al principio, después lo valoran. La vivencia en la jineteada, es muy importante".
En cuanto al miedo, José fue sincero: "Siempre hay respeto, no miedo. Como dice el dicho: el que tiene miedo de morir, que no nazca. Pero sí, hay caballos que te imponen más respeto que otros, sobre todo los que ya tienen fama de ser bravos. Acá, en la zona, siempre hubo caballos fuertes, muy exigentes".
Hoy, alejado de la actividad competitiva, José sigue vinculado desde el afecto y la enseñanza. "Ya no monto, pero siempre estoy cerca. Fui a algunas fiestas, ayudé a mis hijos, me mantengo en contacto con el ambiente. Ésto es parte de mi vida y siempre lo va a ser", concluyó con orgullo.
Su historia refleja la pasión, el sacrificio y la tradición de un jinete que dejó huella en cada campaña, y que sigue siendo un referente para las nuevas generaciones.