“TRABAJO DE LO QUE AMO, ME SIGO FORMANDO Y SOBRE TODO, SIGO SINTIENDO QUE ESTOY EN EL LUGAR CORRECTO
Nath Ottaviano, cantante y trabajadora del arte, repasa con pasión los momentos más decisivos de su vida. Su amor por los viajes, el salto desde la medicina hacia la música, la presión de elegir una carrera y la fuerza de dedicarse con el corazón. Una entrevista íntima, reflexiva y llena de inspiración para quienes aún están buscando su lugar en el mundo.

Referirse a Nath Ottaviano, es hablar de un artista que eligió la música como camino de vida, no desde la comodidad, ni la certeza, sino desde la pasión, el trabajo constante y la convicción más profunda. Nacida en un entorno donde el arte muchas veces queda relegado frente a las urgencias de lo inmediato, Nath supo hacer oídos sordos a los mandatos y apostar por aquello que verdaderamente la hacía vibrar. En esta charla íntima y profunda, la cantante repasa su recorrido desde los primeros viajes y el amor por conocer otros lugares, hasta su gran decisión, dejar la carrera de medicina, ya muy avanzada, para dedicarse de lleno a la música.
-¿Recordás el primer gran momento que te marcó como artista?
Sí, claro. Fue hace casi 17 años, más o menos, mi primer viaje. Yo era muy joven. Siempre me gustó viajar, como a cualquiera, ¿no? Pero había algo más, algo que me pasaba después, cuando se terminaban las vacaciones"? esa especie de depresión que te agarra. Y me di cuenta de que no era solo el descanso, era la experiencia, conocer lugares, absorber culturas. Y ahí empecé a conectar todo con la música. Porque la música también es un viaje, siempre lo fue para mí.
-¿Cómo fue decidirte por la música en un país donde no siempre se valora el arte como debería?
Es difícil, no vamos a mentir. En Argentina dedicarse al arte sigue siendo algo que cuesta. No estamos hablando de nada nuevo. La música, la literatura, la danza, el cine, todas las ramas del arte requieren una dedicación absoluta y muchas veces no se les da el espacio que merecen. Pero para mí fue un salto al vacío necesario. Es el primer acto de fe que hace un artista: decir voy a vivir de ésto. Y lo hice."
-¿Qué te hizo dar el paso definitivo? ¿Hubo un momento de quietud?
Sí, completamente. Yo estaba estudiando medicina. Ya había pasado más de la mitad de la carrera. Seguía tocando, seguía cantando, pero me empezó a costar mucho compatibilizar las dos cosas. Empecé a hacer las prácticas semanales en el hospital y llegaba reventada a mi casa. Lavaba la ropa, cocinaba, y al día siguiente había que estudiar de nuevo"? y no podía sostener fechas con la banda, ni ensayar. Y un día me pregunté: ¿cómo me imagino dentro de cinco años? Me vi yendo al hospital, haciendo guardias, todo eso que me parece hermoso, de hecho, la medicina me fascina, pero me di cuenta de que no me hacía feliz.
-¿Cómo fue tomar la decisión de abandonar la medicina para seguir con la música?
No fue fácil. Todo el mundo me decía que estaba loca, que me iba a morir de hambre. Y en un momento, me imaginé las dos vidas. Me vi trabajando de médica y me vi haciendo música, con todas sus dificultades. Y lo que me rompió la cabeza fue pensar cómo sería un día promedio. Porque eso es lo que vivís. No el título colgado en la pared, ni el aplauso final. Es el día a día. Y me di cuenta de que con la medicina iba a estar bien, pero no plena. Y que, con la música, a pesar de todo, me imaginaba sonriendo. Me di cuenta de que la medicina era mi hobby y que la música era mi vida.

-¿Cómo reaccionó tu entorno?
Como te imaginás. Fue duro. Mucha gente no entendía, incluso yo tuve miedo. Pero al mismo tiempo, sentí una libertad tremenda. Y con el tiempo, esa decisión me mantuvo. Porque cuando elegís desde un lugar genuino, con amor, con esfuerzo, el camino se va abriendo. No soy Madonna, pero soy una laburadora del arte y eso es un orgullo. Me rompo el alma como cualquier trabajador, como el que estudia para ser abogado, como quien pone una panadería, como quien trabaja en la construcción. No hay diferencia.
-¿Cómo fue esa etapa de reconstrucción desde lo artístico?
Fue como armarme de nuevo. Volver a aprender desde otro lugar. Estudiar, ensayar, tocar, caerme, frustrarme, volver a levantarme. Todo ese proceso. Y entender que ésto también es una carrera. Que tiene estructura, que tiene técnica. Y que cuanto más sabés, más podés hacer. Lo importante es meterle garra. Parece muy hippie lo que digo, o muy de autoayuda, pero es real, cuando hacés algo con amor, cuando le ponés el cuerpo, la energía, tarde o temprano se transforma en algo y si no es éxito masivo, es plenitud, y eso ya es un montón.
-¿Qué opinás de la presión que hay sobre los jóvenes para que decidan rápido qué hacer con su vida?
Es una locura. Siento que hay demasiada presión y que muchas veces, esa decisión la tomás desde el miedo o desde lo que te dicen qué conviene. Pero nadie puede saber qué quiere elegir hacer de su vida a los 17 años. Hay que dejar espacio para equivocarse, para cambiar. Yo agradezco haber tenido la chance de cambiar, aunque me costó un montón. Porque lo que decidió un pibe a los 18 no define su vida entera. Se puede cambiar. Se puede empezar de nuevo.
-¿Tenés algún ejemplo cercano que te haya marcado en ese sentido?
Sí, mi mejor amiga. Hoy ya no está en este plano, pero fue una de las personas más valientes que conocí. Fue joven madre, tuvo una vida complicada. Y a los 38 años, cuando ya había criado a sus hijos, decidió estudiar lo que realmente amaba, Comunicación Social. Se recibió a los 43 con honores. Terminó trabajando en la ONU. Una bestia total. Eso me marcó muchísimo. Me enseñó que nunca es tarde. Que la vocación no tiene fecha de vencimiento.

-¿Qué le dirías a quienes hoy están dudando sobre su vocación?
Les diría que se animen. Que no tengan miedo. Que si sienten que algo los llama, lo prueben. Y si no es, se cambia. Pero que también nunca se queden con la duda. Y, sobre todo, que no le den tanto lugar a la mirada ajena. Nadie vive tu vida, nadie camina con tus pies y les diría que todo requiere esfuerzo. Pero que vale la pena, si eso que hace te hace feliz. No es fácil, pero es posible. Yo soy testimonio de eso.
-Y ¿Cómo ves tu presente hoy como artista?
Lo vivo con mucha gratitud. No me sobra nada, pero tengo todo. Trabajo de lo que amo. Me sigo formando. Sigo creando. Y, sobre todo, sigo sintiendo que estoy en el lugar correcto. No soy una estrella de la tele, no salgo todos los días en los medios, pero vivo de la música. Laburo de esto, me esfuerzo y tengo claro que el camino no termina. Siempre hay algo por aprender, por compartir y eso es lo que más me llena.
-¿Cómo imaginas tu futuro en la música?
Lo imagino haciendo, siempre haciendo. Grabando, componiendo, tocando, enseñando. Tal vez viajando más. Tal vez animándome a otros formatos. Pero siempre desde el mismo lugar, el de seguir siendo una trabajadora del arte. Porque si algo tengo claro, es que ésto no se termina. Mientras tenga voz, ganas y corazón, la música va a seguir siendo mi casa.
-¿Con qué frase te gustaría cerrar esta charla?
Con algo que digo siempre y que parece contradictorio: "Yo soy muy mala, pero sé que soy buena". Porque ahí está la magia. Saber que siempre podés mejorar. Que sos imperfecta, pero valiosa. Que tenés algo para dar y que mientras sigas creyendo en eso, todo es posible.



