En el campo, donde cada estación marca ritmos distintos, pero siempre desafiantes, hay una preocupación que hace tiempo dejó de ser estacional para transformarse en permanente, la proliferación del chancho jabalí europeo. Gabriel Molina, cazador con años de experiencia en la zona de Coronel Pringles, brindó su testimonio para alertar sobre una problemática que avanza con fuerza en toda la región. "Los chanchos jabalíes están haciendo un desastre", resume con crudeza Molina. En sus palabras no hay exageración: sembrados arrasados, corderos y terneros chicos devorados, chiqueros rotos y animales domésticos robados por padrillos jabalíes son parte del día a día en muchos campos. "Ya no se puede más, bajaron mucho de la Sierra y están por todas partes: Pontaut, Frapal, Don Pancho, Pensamiento, Divisorio"? no hay lugar donde no estén", advierte.
Ante este panorama, la Provincia decidió habilitar nuevamente la caza del jabalí, una medida que Molina considera positiva, pero insuficiente si no se acompaña con controles y facilidades para los cazadores legales. "Hay que tener las armas en regla, el permiso de caza mayor" y no cualquiera puede cumplir con todos los requisitos", señala. En su caso, como legítimo usuario, cuenta con los permisos necesarios, pero reconoce que muchos se ven impedidos de actuar por cuestiones burocráticas o económicas.
Según relata, la expansión de esta especie exótica, no tiene freno. "Una chancha nueva puede tener entre tres y diez lechones, pero cuando se cruzan con las caseras, que se escapan o son robadas por los padrillos, las camadas pueden llegar a quince o más. Es una locura, se reproducen muy rápido y no tienen depredador natural", afirma. Y remata con un dato impactante: "En Tres Arroyos corrimos una cuadrilla de 122 chanchos. Salían de un maizal".
Además del daño ambiental y económico, hay un componente humano que preocupa: "Ahora el chancho lo está cazando cualquiera, el chacarero, el empleado, el encargado, porque no dan abasto. Y eso también puede ser peligroso si no se hace con responsabilidad", apunta. Él y su equipo hacen los análisis correspondientes antes de consumir la carne "una carne "muy linda", según sus palabras", y aprovechan todo: chorizos, panceta, cortes varios.
Pero el problema no termina en el campo. Molina denuncia que hay quienes, por desconocimiento o una postura estrictamente conservacionista, se oponen a la caza. "Hay gente que los defiende mucho, y están en su derecho, pero también deberían saber el costo que tiene para el productor. Si lo ven tan fácil, tendrían que dejar sus trabajos y venir al campo a cuidar los sembrados y arreglar los bolsones rotos", enfatiza.
La situación es tan desbordante que reciben llamados de otros distritos. "Nos llamaron de Tres Arroyos, de Benito Juárez, y ahora tenemos que ir a Laprida. Está lleno por todos lados. No se puede más", comenta. Y aunque reconoce que hay muchos cazadores, admite que "no alcanza" y que el chancho, si no es perseguido, simplemente se traslada de un campo a otro. "Mientras tanto, sigue pariendo. Hasta las cachorras están pariendo".
Consultado sobre la posibilidad de combatirlo sin perros, Molina es categórico: "No hay otra forma. A veces nos critican porque usamos perros, pero el chancho no se deja agarrar así nomás. Vos lo corrés y se muda, se junta con otros y sigue causando daño. Es un animal muy inteligente y resistente".
Y, como si el problema necesitara un último detalle preocupante, añade: "No tiene depredador natural. Por ahí algún puma le roba un lechón, pero el chancho se acuadrilla, se amontonan y lo corren. No hay forma".
Gabriel Molina cierra su testimonio con una advertencia: "Esta habilitación es un paso, pero no alcanza. Hay que entender que ésto no es un capricho, ni un hobby, es una necesidad. Si no se actúa en serio, esto se va a poner peor. Y los que hoy se oponen, mañana también van a sufrir las consecuencias".